viernes, 25 de septiembre de 2009

Prólogo

Érase una de las tantas albas del verano,
un suspiro del aire por la ventana,
el firmamento reflejando nostalgia y soledad,
echado en la cama se encontraba Nicolás.

En los ojos la tristeza, en su lecho el dolor,
el corazón es enigma y confusión,
maldita sea la hora en que la Parca no le llamó,
su existencia no hallará nunca la redención.

No hay lugar a la reconciliación,
corazón devorado por la culpa;
un sólo pecado le condena.

Es el crimen de no afirmar la verdad,
llora la cobardía; el no ser,
lo que debía llegar a ser

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